jueves, 16 de diciembre de 2010

Pautas Para una vida Espiritual, crecimiento y transformación

Vamos a compartir diferentes perspectivas de una espiritualidad integral que va más allá de los dogmas; hoy queremos compartir una perla de la mirada cristiana del libro “La Oración Centrante” de Thomas Keating. Una pequeña recomendación para la lectura: Buscá ir más allá de los juicios que pueden surgir a partir de la forma, la expresión de algunas palabras e ir más profundo para encontrar la riqueza que contienen estas líneas y encontrarás las similitudes con la Metainteligencia:

La Oración Centrante Capítulo Trece

Los siguientes principios fundamentales representan un esfuerzo para tratar de volver a definir, en términos contemporáneos, la travesía espiritual.

1.- La bondad básica que distingue al ser humano, junto con el misterio de la Santísima Trinidad, la Encarnación y el concepto de Gracia santificante, es un elemento esencial de la fe cristiana. Esta esencia de bondad puede crecer y desarrollarse de manera ilimitada, y llegar a convertirse en imagen de Cristo y endiosarse.

2.- Esa esencia nuestra, que es buena, es nuestro auténtico Yo. Nuestro centro de gravedad es Dios, y el aceptar que fuimos creados básicamente buenos, es un gigantesco paso adelante en la travesía espiritual.

3.- Dios y el auténtico Yo no están separados. Aunque no somos Dios, nuestro auténtico Yo y Dios son la misma cosa.

4.- El término “Pecado original” es una forma de describir la condición humana, o sea, la experiencia universal de alcanzar la plena consciencia reflexiva sin tener la certeza de que se está en unión personal con Dios. Esto da lugar a una sensación íntima de estar incompletos, divididos, aislados y de ser culpables.

5.- El pecado original no es el resultado de haber hecho algo malo, y sin embargo, es la causa de que nos sintamos separados de Dios, de los demás y de nuestro auténtico Yo. Las consecuencias culturales de este alejamiento se nos inculcan en la tierna infancia y se pasan de generación en generación. Cuando no se les presta la debida atención, la necesidad urgente de escapar de la profunda inseguridad que esta situación causa, hace brotar en nosotros deseos insaciables de placer, posesiones y poder. A nivel social, es la causa de la violencia, guerra, injusticia institucional.

6.- Entre las consecuencias del pecado original se cuentan, todos aquellos hábitos egoístas que quedaron entretejidos en nuestra personalidad a partir del instante de nuestra concepción, todo el daño que la atmósfera y educación de nuestra infancia impregnó en nuestras emociones, todo el daño que con o sin conocimientos otros nos causaron a una edad en que éramos incapaces de defendernos, y los métodos que fuimos adoptando (muchos de ellos ahora sepultados en el sub-consciente) para mitigar el dolor de situaciones insoportables.

7.- La conglomeración de reacciones pre-racionales es el fundamento del Falso Yo, el cual se desarrolla en oposición al verdadero Yo. Su centro de gravedad es el propio.

8.- Gracia santificante es la presencia y acción de Cristo acompañándonos en cada momento de nuestra existencia. Los sacramentos son actos rituales en los cuales Cristo está presente en forma especial, confirmando y sosteniendo el compromiso mayor de nuestra vida cristiana.

9.- En el Bautismo nace el auténtico Yo y muere el Falso Yo en forma ritual, poniendo a nuestra disposición la victoria sobre el pecado que Jesús ganó por medio de su muerte y resurrección. Las aguas bautismales, que se enfrentan con la muerte y dan vida, destruyen, no nuestra individualidad como personas, pero sí nuestra sensación de estar separados de Dios y de los demás.

10.- En la Eucaristía se celebra la vida: es la reunión de todos los elementos materiales del cosmos, su aparición a nivel consciente de cada ser humano y la transformación de la conciencia humana en conciencia Divina. Es la manifestación de lo Divino en medio y a través de la comunidad cristiana. Cuando recibimos la Eucaristía nos convertimos en Eucaristía.

11.- Además de estar presente en los sacramentos, Cristo también está presente de manera especial en cada crisis y evento importante de nuestras vidas.

12.- El pecado personal es negarse a responder al llamado de Cristo, que es la gracia.

Es descubrir en forma deliberada nuestras propias legítimas necesidades y las de los demás. Es lo que refuerza y forma el Falso Yo.

13.- La esencia básica de nuestro ser, que es buena, es también dinámica y tiende a crecer por sí misma. Hay cosas que impiden este crecimiento, tales como las ilusiones y traumas emocionales del Falso Yo, las influencias negativas que provienen de nuestro acondicionamiento cultural, y el pecado personal.

14.- Lo que nos ayuda a distinguir entre cómo operan el auténtico y el falso Yo en determinadas circunstancias, son: escuchar la palabra de Dios en las Sagradas Escrituras y en la liturgia, sumergirse en Dios en la oración y responder a sus inspiraciones.

15.- Dios no es un ser remoto, inaccesible e implacable que exige de Sus criaturas perfección instantánea y de cuyo amor tenemos que tratar de hacernos dignos. No es un tirano a quien debe obedecérsele porque inspira terror, ni un policía que a toda hora nos vigila, ni un juez malvado buscando la oportunidad para dar el veredicto de culpabilidad. Nuestra relación con Él debe demostrar cada vez menos el concepto de premio y castigo y cada vez más el de obsequio –o todavía mejor, el de dejar que actúe el amor divino.

16.- El amor divino es compasivo, dulce, luminoso, se da a sí mismo sin esperar nada, uniéndolo todo.

17.- Al experimentar el amor de Dios somos capaces de aceptar nuestro Falso Yo tal como es, para luego dejarlo ir y emprender el camino hacia nuestro auténtico Yo. Esa travesía hacia nuestro auténtico Yo es el camino que conduce al amor divino.

18.- La certeza, cada vez más clara, de la experiencia de nuestro autentico Yo, que viene acompañada de gran paz espiritual y alegría, sirve para contrarrestar el dolor psíquico que trae consigo la desintegración y muerte del Falso Yo. Al ir disminuyendo las fuerzas motivadoras del Falso Yo, nuestro auténtico Yo crea uno completamente nuevo que tiene como fuerza motivadora el amor divino.

19.- La edificación de nuestro “nuevo Yo” estará marcado irremediablemente por un sinnúmero de errores y algunas veces por actos pecaminosos. No importa cuán serias sean esas fallas, son insignificantes comparadas con la inviolable bondad del Yo verdadero. Debemos pedir perdón a Dios y a aquéllos a quienes hayamos ofendido, y luego actuar con renovada confianza y energía, como si nada hubiese sucedido.

20.- Todo sentimiento de culpa prolongado, penetrante o paralizante, es producto del Falso Yo. Cuando el sentimiento de culpa lo origina un pecado personal o la injusticia social, no trae descorazonamiento sino propósito de enmienda; es un llamado a la conversión.

21.- Una manifestación de progreso en la travesía espiritual es la aceptación incondicional de los demás, comenzando por aquellos con los cuales vivimos.

22.- Una comunidad de fe es un gran apoyo porque ofrece buen ejemplo, corrección, y mutuo sostén en la travesía espiritual. Pero lo que más ata los lazos de la comunidad en la búsqueda comunitaria de transformarse y llegar a unirse a Dios, es la participación en el misterio de Cristo cuando se celebra la Liturgia, la Eucaristía y se ora en silencio. La presencia de Cristo es mutuamente compartida por todos y se convierte en algo tangible en la comunidad, especialmente cuando se reúne para una celebración o para un trabajo o servicio para la gente necesitada.

23.- Cuando hay moderación en los deseos instintivos que son parte del desarrollo del organismo humano, y que buscan sobrevivencia y seguridad, afecto y estima, control y poder, las verdaderas necesidades humanas se podrán enfocar mejor. Sobresale entre estas la intimidad con una o más personas. Al hablar de intimidad me refiero a cuando se comparten ideas, sensaciones, problemas y aspiraciones espirituales, y que gradualmente hacen que se desarrolle una amistad espiritual.

24.- La amistad espiritual que incluya el abrirse sinceramente y revelarse sin ocultar nada, es un ingrediente esencial, no solo en el matrimonio sino también en el celibato. El experimentar intimidad con una o varias personas expande y profundiza nuestra capacidad para relacionarnos con Dios y con los demás. La energía sexual, bajo la influencia del amor Divino, se transforma gradualmente en compasión universal.

25.- La irradiación espiritual de una comunidad depende del compromiso que sus miembros hayan adquirido de emprender el camino espiritual hacia el centro y hacia los demás miembros. Parte integral de este compromiso es darle a los demás es espacio que necesitan para su crecimiento personal.

26.- La oración contemplativa, en el sentido tradicional de la palabra, es la dinámica que inicia, acompaña y lleva el proceso de transformación hasta su fin.

27.- Reflexionar sobre la Palabra de Dios en las Escrituras y en nuestra vida personal, es el fundamento de la oración contemplativa. El dejar ir los pensamientos y ciertos sentimientos en forma espontánea durante la oración, es una señal de progreso en la contemplación. La oración contemplativa se caracteriza, no tanto por la ausencia de pensamientos y sentimientos, como por el desapego de los mismos.

28.- La meta de una práctica genuinamente espiritual no es el rechazo de lo que es bueno en el cuerpo, la mente y el espíritu, sino el uso correcto de éstos. Ningún aspecto de la naturaleza humana, o de un de un período de su existencia, debe rechazarse, sino más bien irlos integrando en los niveles sucesivos en que se va desplegando el nivel consciente; de esta manera se preservará la bondad parcial de cada período del desarrollo humano y sólo sus limitaciones se descartarán. Vemos entonces que la única forma de llegar a ser divinos es siendo primeramente humanos.

29.- La práctica de una disciplina espiritual es esencial al comenzar la travesía espiritual, puesto que nos ayuda a desarrollar los fundamentos de la dimensión contemplativa en la vida: Dedicación y devoción a Dios, y servicio a los demás. Nuestra práctica diaria debe incluir un tiempo para la oración contemplativa y un programa para ir dejando de lado el Falso Yo.

30.- Estar en silencio y a solas durante períodos regulares ayuda a aquietar la mente, promueve el silencio interior, e inicia la dinámica del autoconocimiento.

31.- Estar a solas no involucra simplemente un lugar solitario, sino una actitud, un compromiso total con Dios. Cuando se pertenece a Dios por completo, continuamente aumenta el deseo de compartir la vida y los dones recibidos, con Él.

32.- La Bienaventuranza que menciona a los pobres de espíritu surge del reconocimiento cada vez más claro del auténtico Yo. Es una combinación de actitudes, la una de total desprendimiento hacia todo, la otra de sentirse unido a todo y al mismo tiempo presente. La libertad interior de aceptar el poseer mucho o poseer poco, y la simplificación del propio estilo de vida, indican la presencia de la pobreza de espíritu.

33.- La castidad se diferencia del celibato, que es el compromiso de abstenerse de la expresión genital de nuestra sexualidad. Castidad es la aceptación de nuestra energía sexual, conjuntamente con las cualidades masculinas y femeninas que la acompañan, y la integración de esta energía en nuestra espiritualidad. Es la práctica de moderación y autocontrol en el uso de nuestra energía sexual.

34.- La castidad embellece y acrecienta la capacidad de amar. Percibe lo sagrado en todo lo existente. Como consecuencia, respeta la dignidad de las demás personas y por lo tanto, reconoce que no las puede usar para disfrute propio.

35.- Obediencia es la aceptación incondicional de Dios tal como es y como se manifiesta en nuestras vidas, puesto que la voluntad de Dios no es de inmediato evidente. La docilidad nos predispone a seguir todas las indicaciones de Su voluntad. El discernimiento pasa por un tamiz la evidencia y luego decide, iluminado por la atracción interior de la gracia, cuál es la voluntad de Dios para nosotros en el momento presente.

36.- Humildad es una actitud de sinceridad para con Dios, con uno mismo, y con todo lo que nos rodea. Nos capacita para no alterarnos ante nuestra total impotencia y para poder encontrar paz y descanso en el olvido de si mismo.

37.- Esperanza es algo que nace de experimentar continuamente la compasión y ayuda divinas, y paciencia es la esperanza en acción. Se espera la ayuda redentora de Dios sin ceder, desesperar y alejarse, por el período de tiempo que sea necesario.

38.- La desintegración y muerte de nuestro Falso Yo es nuestra participación en la pasión y muerte de Jesús. La creación de nuestro nuevo Yo, basado en el poder transformador del amor divino, es nuestra participación en Su resurrección.

39- Al comienzo los traumas emocionales son el obstáculo principal para el crecimiento de nuestro nuevo Yo, porque someten nuestra libertad a una camisa de fuerza. Más adelante el mayor obstáculo será el orgullo espiritual debido a la satisfacción sutil que emana del poderse controlar. Y por último, el principal obstáculo viene a ser la autorreflexión, puesto que impide la inocencia de la unión divina.

40.- el esfuerzo humano depende enteramente de la gracia. Sea cual fuese el grado de unión divina que alcancemos, éste no guarda relación con nuestro esfuerzo. Es un don puro de amor divino.

41.- Jesús no enseñó un método específico de meditación o disciplina corporal para quietar la imaginación, la memoria o las emociones. Debemos elegir una práctica espiritual que se adapte a nuestro temperamento y disposición de ánimo en particular. Así mismo debemos estar dispuestos a dejarlo de lado cuando el Espíritu nos llame para que nos sometamos a que nos guíe directamente. Él está por encima de todo método o práctica. Seguir su inspiración es el camino seguro a la libertad perfecta.

42.- Lo que Jesús propuso a sus discípulos como el Camino a seguir, fue su propio ejemplo: olvidarse de todo y de todos y servir a los demás en sus necesidades. “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

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