viernes, 22 de abril de 2011

Redescubriendo el sentido de las Pascuas

Una reflexión en estos días de Pascuas nos hace recordar al saludo hindú Namaste, que hoy se usa no solo en el Oriente, sino también en el occidente y significa "La Luz que está en mí, reconoce la Luz que está en ti".
La Luz siempre disipa la oscuridad o las tinieblas que son el símbolo del temor. Precisamente este sentimiento es el factor de interferencia o restricción más arraigado en nosotros, es de hecho el factor de identificación con las formas que impide la manifestación de la Luz.

Pascuas refiere a paso. Refiere a coraje para decidir Amar, aun en medio de la adversidad (oscuridad).
Un paso de la esclavitud (Egipto) a la tierra de leche y miel (Israel) que conoció el pueblo Judío solo después de atravesar la inmensidad del desierto. Desierto que simboliza, la sequedad, el hambre, el sentirse perdido o desorientado. La ausencia de Luz, la dificultad de encuentro con Dios, con el guía, con el Faro. La prueba de Fe, de coraje que refiere siempre al Namaste, saber que la Luz no está fuera sino dentro nuestro.
Así la Pascua, el Paso, se convierte en Resurrección. Coraje y convicción para avanzar, certeza en la Incertidumbre. Y ocurre en nosotros cuando "despertamos" a esa misión única e irrepetible que cada uno posee para dar a conocer su particular tonalidad de luz.

Para los cristianos, Cristo es la Luz del Mundo, Él siempre resucita en tu interior en Unidad Plena para testimoniar que somos Uno por su gracia. Él que es Amor, se vuelve (en cada Pascua o paso del peregrinar) a Ser Uno con nosotros para disolver el temor.
Te invitamos a disponerte para que esta resurrección, este milagro se manifieste a través de ti en todas tus manifestaciones.

Felices Pascuas!!
Con afecto
Guillermo y Johannes

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lunes, 4 de abril de 2011

¿Para qué trabajamos?

Aquí compartimos un artículo de la Nación que nos plantea esta pregunta fundamental; si nos permitimos reflexionar sobre ella de manera más honda se revela un descubrimiento sorprendente:

Por Orlando Ferreres
Especial para lanacion.com

Lunes 04 de abril de 2011 |

En una encuesta que se hizo en Francia hace años atrás se preguntaba "¿Por qué trabajamos?". La respuesta, en un 90 % fue: "Para ganar dinero". Esto nos parece evidente, como que el sol sale por la mañana, no hay con que darle. Sin embargo, no es así. El error se observó en otra encuesta posterior: "¿Por qué el dinero permite comprar cosas?" Aquí el 90 % confeso que "no sabía". Esto según el libro de Fourastié sobre el trabajo.

Veamos el tema del dinero. Trataré de ilustrarlo con un ejemplo. Llega un visitante a un pequeño pueblito. En ese lugar la gente estaba muy endeudada. Va al único hotel y le dice al dueño que quiere ver las habitaciones y que le deja una seña de 100 dólares, mientras las revisa. El dueño le pide a la mucama que le muestre las habitaciones con detalle. El dueño sale corriendo, va a la panadería y le paga al panadero los 100 dólares que debía de pan, facturas y pan de pico. El panadero sale corriendo y va a la casa del chacarero (que vive en el pueblo) y le paga 100 dólares que le debía de trigo. Este va al carnicero y le paga los 100 dólares que le debía desde hace 6 meses de asado de costillas y lechoncitos. Este va al dueño del bar y le paga 100 dólares que le debía de una partida de póker que había perdido. Este, rápido, va al hotel y le paga al dueño los 100 dólares que le debía desde que vino la suegra y su familia se habían alojado allí. En ese momento, bajan por las escaleras la mucama y el visitante y éste le dice al dueño: no me gustó ninguna habitación. El dueño le devuelve los 100 dólares al visitante, éste los toma y se va del pueblo. Todos cancelaron sus deudas y no quedo más dinero en el pueblo.

Todos los meses, cuando cobramos el sueldo y luego lo vamos gastando, ocurre este proceso. Incluso la cantidad de dinero ni siquiera aumenta, si no hay inflación. El dinero actúa como medio general de cambio, pero no trabajamos para el medio general de cambio sino para poder consumir o gozar de más bienes y servicios.

Entonces, en realidad, trabajamos para producir, no para ganar dinero. Este se usa como medio para la distribución de los bienes. Cuanto más producimos, más bienes o servicios tenemos a nuestra disposición. La medida más simple y aceptada del desarrollo económico es el Producto Bruto per Cápita, o sea la cantidad de bienes y servicios disponibles por persona. No es una medida perfecta, pero es la mejor que tenemos aunque hay otras más complejas.

La productividad media de una economía se puede calcular dividiendo el Valor Agregado (PIB) por la cantidad de personas que trabajaron para realizarlo, o sea por el nivel de ocupación. Esto nos da una idea de la competitividad verdadera de ese país (desde ya la competitividad no es el tipo de cambio devaluado, si no todos los países serían competitivos fácilmente, devaluando). En la Argentina, desde 1973, la productividad de la mano de obra ha fluctuado hacia arriba y hacia abajo, pero ahora estamos prácticamente en el mismo nivel que hace 40 años. En EE.UU., España, Italia, (aún con la crisis actual) ha crecido entre esos mismos años alrededor de un 120 %.

Este es el drama argentino: mientras discutimos lo irrelevante, ideología, personas que nos gustan y otras que no queremos ni ver, amigos del pasado reciente que hoy quisiéramos hundir, en otros lugares, cada día usan el tiempo para mejorar la tecnología, para atraer capital, para mejorar la productividad, crecen y mejoran las condiciones de vida en forma sostenible y dejan de lado la obsoleta discusión ideológica. Esta sería la instrumentación práctica de ideas preconcebidas, aún cuando vayan en contra de la verdad o la realidad.

Como ha dicho M. Porter: "La competitividad no se hereda, se gana todos los días trabajando muy duro". Si tenemos recursos naturales, como el petróleo, pero les pagamos a los inversores, en exploración y explotación, un precio menor a la mitad del internacional, terminamos perdiendo el autoabastecimiento que tanto trabajo que le costó a Frondizi lograrlo. Tener recursos naturales y no explotarlos no es competitividad.

Si tenemos cada vez más gente que recibe dinero de otras personas, pero no trabaja, solo estamos pasando el trabajo de algunos al gasto de otros, pero el que trabajó no puede gozar de todo el producto de su esfuerzo. Como un tema de corto plazo los subsidios pueden ser adecuados, pero no pueden durar 10 años o más. Requerimos una estrategia de alta inversión para lograr la ocupación de toda la población. Esto requiere, en el siglo XXI, un gran nivel educativo, pero hay alrededor de 950.000 chicos de menos de 24 años que ni trabajan ni estudian: ¿Qué futuro les estamos dejando? Con subsidios sólo puede haber votos, pero no hay futuro. Inversión y educación son las claves del siglo XXI.

Aprovechemos esta gran ola favorable que nos brindan las condiciones internacionales: gran liquidez mundial con bajas tasas de interés combinada con altos precios de nuestras exportaciones, para hacer una transformación estructural de la Argentina invirtiendo hasta el 30% o más del PBI y recuperemos la idea de un sugestivo proyecto en común.

 

Observa la paralela con la mirada metainteligente respeto al mismo tema:

¿por qué y para qué hacemos lo que hacemos?

Cuando ya has respondido a la pregunta ¿para qué hago lo que hago? 
Cuando has descubierto que todos los individuos buscan en el trabajo una forma de realización humana; Cuando has comprendido que esta realización no es satisfecha por los logros materiales sino por los aportes más hondos (prueba de ello es cómo muchos hombres y mujeres materialmente ricos encuentran en la filantropía una paz que antes desconocían), surge entonces una iniciativa que es motorizada desde las reservas de quienes en verdad somos.
El poeta Jalil Jibran nos refiere: “El trabajo es el Amor hecho visible
Así, nos vemos urgidos de abandonar las máscaras que nos “protegieron u ocultaron” y nos sentimos movilizados por la gratitud de reconocernos amados desde siempre. Esta gratitud sólo es posible expresarla en servicio hacia nuestro prójimo donde sea que esta oportunidad se presente.
Consideramos el ámbito de los negocios un espacio de enorme capacidad de transformación para las personas.
Es el lugar donde lo Intangible se convierte en Tangible. Es el espacio donde la Pura Conciencia (conciencia no condicionada) se manifiesta embebiendo las “formas” que llegan al mundo a través de los seres humanos. 
Sobre la faz de la tierra sólo los humanos somos capaces de manifestar en el “hacer” los dones de la Pura Conciencia. Sólo los humanos Somos co-creadores. 
Es una dimensión de altísima dignidad que requiere ser honrada.
Del mismo modo cuando los seres humanos nos dedicamos a “hacer” por intermedio de una conciencia personal (un yo falso) condicionada, nuestras manifestaciones incurren en la pequeñez que cae recurrentemente en la desilusión y la frustración agregando dolor y sufrimiento en las organizaciones y en la sociedad, caemos de nuestra condición humana por déficit de Humanidad.
Como seres humanos podemos expresar nuestra particularidad en el hacer impregnando el mundo de las formas con nuestro aporte único, este es nuestro propósito secundario. Sin embargo nuestro propósito primario es semejante al resto de los seres humanos. Consiste en ser una fuente para que lo informe impregne el mundo de las formas y lo convierta en algo no hostil, algo beneficioso.

 

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